jueves, 4 de marzo de 2010

CAPACIDAD DE GESTIÓN DE RIESGOS DE DESASTRE EN CHILE

Desde el pasado sábado 27 de febrero, la Capacidad de Gestión del Riesgo en Chile ha sido puesta a prueba.

En el primer día, parecía que se trataba de un suceso lamentable, sí, pero con una cantidad de decesos inusitadamente baja, daños moderados y una recuperación acelerada. Parecía también que la capacidad de reacción de las instituciones chilenas sería suficiente para sobrellevar la situación sin grandes sobresaltos y sin requerir de ayuda internacional.

Con el paso de los días se ha ido revelando la magnitud del desastre: la ciudad capital ha sufrido daños moderados, sin embargo en la costa, región sur y algunas islas, los daños realmente son muy severos. Se estima que hay alrededor de un millón de damnificados.

Hasta el día de hoy (4 de marzo) el conteo de fallecimientos se acerca a los 800, y es de esperarse que conforme se remuevan escombros se acumulen más y la cifra final será cercana al millar; sobre todo si se añade la cifra de desaparecidos, cuyos cuerpos no se recuperen, principalmente a causa de haber sido arrastrados por el maremoto que siguió al terremoto.

Sin embargo hay que dimensionar los daños en relación a la magnitud del terremoto. El hecho que con un terremoto de 8.8º Richter, y el maremoto que le siguió hayan causado esa cantidad de fallecimientos, indica que las cosas no se hicieron del todo mal. Con esto no pretendo minimizar la enorme tragedia; sin embargo si se compara la cantidad de muertos causados por terremotos, incluso de menor magnitud, en otras partes del mundo, no es difícil observar que la pérdida de vidas en Chile es relativa y comparativamente baja.

He observado imágenes donde se muestran edificaciones dañadas gravemente, que evidentemente deberán ser demolidas pues ya no son aptas para habitarse; sin embargo muchas de ellas, por lo menos no mataron a sus ocupantes al desplomarse sobre ellos. Esto nos indica que los años de investigación en estructuras sismo-resistentes, y los estrictos códigos de construcción no fueron suficientes para evitar las pérdidas económicas, pero sí para salvar miles de vidas. Con esto interpreto que la capacidad de evaluación del riesgo fue alta; mientras que la capacidad de mitigación del riesgo fue media.

Al observar la devastación causada por el maremoto, y sopesarla con los decesos. Se puede advertir que, a pesar de los errores cometidos (y admitidos) por la Armada Chilena al no emitir apropiadamente el alertamiento correspondiente, la mayoría de las personas reaccionó acertada y oportunamente, lo que les permitió conservar la vida.  Con esto interpreto que la preparación para el desastre de las autoridades fue baja, mientras que la de la población fue alta.

En cuanto a la atención a la emergencia, en estos primeros días parece que Chile cuenta con los recursos humanos y materiales apropiados y suficientes. Hasta este momento en que escucho la señal electrónica de "Radio La Discusión", parece que aun existen comunidades aisladas que se mantienen aisladas y recibiendo poca ayuda, aunque cada vez más la ayuda llega a los lugares apartados. Esto es comprensible debido a los daños a la infraestructura, obstáculos que están siendo superados paulatinamente.

La capacidad para el restablecimiento, la rehabilitación y la reconstrucción se verá en los próximos meses y años.

Estoy seguro que esta amarga experiencia será superada por el pueblo chileno, y aprovecharán las lecciones que esta arroje. Espero que otros países expuestos a amenazas sísmicas, entre ellos México, desde donde escribo, estén a tiempo y con voluntad para aprender también de esta desgracia.

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